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13 diciembre 2012 4 13 /12 /diciembre /2012 14:39

 

 

Siguiendo las enseñanzas de una de las redes que más me han impactado últimamente Fora do Eixo, en Brasil,  me he  acostumbrado a presionar la tecla F5  con mucha frecuencia. F5  se utiliza en los navegadores para actualizar la información. Es como un pequeño botón a la esperanza cuando nuestro equipo está perdiendo, o cuando leemos el discurso del ministro de cultura en la inauguración de un nuevo museo para la ciudad y sólo dice “lo de siempre” y esperamos que sea capaz de hablar de cosas nuevas. Eso me acaba de pasar y sobre eso quiero escribir hoy antes del obligado parón navideño.

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Escucho los planes de varios Ministerios de Cultura de la región, y de la Secretaria de Estado del gobierno español y no dejo de apretar la tecla F5 a ver si por un casual consigo que renueven el discurso, que lo actualicen, pero nada de nada. Siguen sin hablar de cosas tan elementales como la revisión a la luz de lo que está pasando en el espacio cultural de los planes de derecho de autor. De los trabajos para los diálogos culturales de nación. Inclusión social, y propuestas de investigación sobre sectores “expulsados” de la memoria colectiva. De la innovación en materia de investigación sobre públicos, de las relaciones entre cultura y nuevas tecnologías y sobre todo nadie habla de la transformación de los modos de consumir cultura, más allá de las frases huecas y ausentes de mensajes interesantes.

Minsitro-WertDe España mejor no hablar, tenemos un ministro que sólo dice estupideces. Ha sido capaz de crear un nuevo vocablo para designar las mayores aberraciones que uno pueda imaginar en educación y en cultura. Las “estupiwerteces”, concepto que seguro  hará carrera y  en breve aparecerá en los diccionarios con su total sentido: “Dícese de las estupideces que se pretenden transformar en políticas educativas o culturales y cuya etimología se remonta a la figura de un ministro que ostento durante el gobierno del nefasto Rajoy la cartera de Educación, Cultura y Deportes.” 


Los planes sobre los derechos de autor. Parece que seguimos buscando poner el foco en los piratas domésticos. Seguimos intentando criminalizar a quienes se bajan gratis los productos culturales que están en la red. Naturalmente que los autores tienen derecho a cobrar por lo que hacen. Naturalmente que la creación es un trabajo y que hay que pagarlo. Pero ¿quien distribuye? ¿Quién pone esos bienes a circular? Las grandes empresas que viven de la cultura sin pagar royalties a la cultura ¿no debieran comenzar a ser co-responsables del pago del derecho de autor? Si mi mayor bien cultural es la palabra y las empresas de teléfono viven del traslado de la palabra, ¿no tendrían que ser corresponsables de lo que puede ayudar a generar más palabras, más bienes culturales? Creo que es el momento de comenzar a pensar en esas empresas que viven y muy bien de traficar con la cultura. Con que solamente nos dieran el 1% de sus beneficios, los Slim, los Comcel, los telefónica, Ono, Jazztel, Claro, etc, Con su 1% estoy absolutamente seguro que multiplicábamos por mil todo lo que defraudan los piratas domésticos.  Es otra forma de poner el tema sobre el tapete, que desde luego hay que ponerlo, pero que  no tiene un solo culpable. El consumidor final es un mínimo eslabón de la cadena de beneficios que genera la creación inicial. ¿Ningún ministerio mira de otra manera? Ante tanto cambio queremos seguir aplicando una legislación del siglo XIX, parece que es necesario un F5, más que necesario parece que es imprescindible.

 

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Los diálogos de nación fueron durante un tiempo  tema recurrente en los ministerios, pero desde hace algún tiempo parece que no fuera competencia de las carteras de cultura. Los excluidos de un país ya no sólo son excluidos por causas étnicas. No sólo son excluidos por motivos religiosos, sexuales, o educacionales. Ahora a todas estas causas le añadimos las digitales. Los ministerios de cultura tienen la obligación de saber quienes son excluidos por razones que tienen una raíz cultural y las étnicas, las religiosas, las sexuales, o las educacionales las tienen, pero las digitales también tienen una raíz cultural. Un mapa de la exclusión ayudará a generar políticas preferenciales, a mirar el tema con conocimiento de causa, sin falsos paternalismos, sin generar el efecto contrario que algunos denominan la dictadura de las minorías, pero dejando claro dónde está el “expulsado” por un sistema cultural que no lo deja integrarse y qué pueden hacer las políticas culturales por poner a dialogar las razones de unos y las tradiciones de  otros para crear equidad y justicia social. Dónde están las imprescindibles investigaciones sobre los nuevos modos de exclusión cultural. Son muchas, la globalización ha traído muchas maneras de sacar a la gente de sus espacios y convertirlos en “zombis” desposeídos de identidad y sin capacidad de recuperar modos de vida en los que habían desenvuelto sus vidas durante cientos de generaciones. ¿Tiene algo que decir la cultura y sus políticas en este tema?

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Pero sobre todo me llama muchísimo la atención la ausencia total de investigación sobre el tema de los nuevos modos de consumir cultura. Los públicos del siglo XXI son tan diferentes a los que crecieron y se conformaron en el siglo XX que todos los sectores sociales han necesitado revisar sus modelos de acercarse a ellos. La educación, la salud, la vivienda, el medio ambiente, todos han renovado lenguajes y han tratado de ir poco a poco acoplándose a estos cambios. Pero justo donde debiéramos poner más énfasis que es en el consumo cultural, porque ese consumo genera ciudadanos,  las instituciones han enmudecido y han dejado que sea la ciudadanía quien lleve la delantera. No basta con dar premios a la innovación, con generar reclamos para construir empresas “creativas”. No basta con estimular el uso de las nuevas tecnologías en los nuevos formatos de creación. No basta con trabajar la producción. Hay que entrar en el consumo. Hay que saber para quien creamos, para qué innovamos, como usamos la tecnología. Hay que investigar y trabajar con las nuevas políticas igual que lo hace una agencia de mercadeo, pero sin querer sacar otra rentabilidad que la cohesión, la participación y la ilusión de la gente por volver a estar en esos espacios en los que quieren estar y que hoy las instituciones no saben cuales son. Hay que dar F5 para la mirada a los públicos, es imprescindible. IMG_2161.JPG

MUY FELICIES FIESTAS Y SOBRE TODO QUE EL AÑO QUE ENTRA SEA UN BUEN AÑO PARA TODO EL MUNDO, MENOS PARA LOS QUE NO SABEN APRETAR EL F5.

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Comentarios

L
Hermano Fernando, acá ando en Guate donde un lumbago, cosas de la edad, me tiene en cama. Como no hay mal que ppor bien no venga aprovecho para leer tranquilo tu artículo. De loss tres temas que<br /> tratas el de los "excluidos" es el que más me sensibiliza en este momento. Quizás porque ahora ando cooperando en este país que por desgracia tiene una gran variedad de grupos excluidos. Y sobre<br /> todo aciertas en que los discursos de las instituciones son más vacíos, huecos y rancios que nunca. Y lo de Wert no tiene nombre. En fin para ti abrazos y lo mejor.
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R
Genial, querido Fernando.
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D
Me gusta eso del F5, yo como me muevo en el mundo Mac no soy consciente de esas teclas. ¿Se puede pedir una con actualización obligatoria y si no responde el sujeto ser borrado definitivamente?<br /> Gracias Fernando
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