Ha llegado el momento de romper una máxima mantenida durante mis ya más de 30 años de “ires” y “venires” por América Latina: No exponer en público mis opiniones personales sobre la política latinoamericana. Naturalmente hay cosas que me gustan más y otras que me gustan menos, con las que estoy y con las que no estoy de acuerdo. Hasta el momento las he expuesto en privado y los amigos han sido víctimas de algún arrebato pasional sobre determinadas situaciones. Pero Venezuela país al que quiero con toda mi alma, que fue mi tierra durante cuatro intensos años, del 90 al 94, consigue que me grite por dentro este silencio y necesito decir públicamente que no me parece justo lo que está haciendo el gobierno del actual Presidente.
Mi cargo en la embajada de España durante aquellos años fue el de director del Centro Cultural, un espacio que nunca llegó a “terminar de ser” por las disputas posteriores entre el Presidente Aznar y el Presidente Chávez. Mi responsabilidad era la de trabajar con la gente de la cultura. Compartí con un equipo maravilloso al que debo mil abrazos de agradecimiento eterno. He seguido teniendo mucho contacto con Venezuela, he ido muchas veces después y me precio de tener muy buenos amigos allá. Cuento todo esto porque es importante dejar claro que por encima de todo quiero a este país. Quiero a su gente y me siento muy unido a los problemas que viven y que han vivido.
Efectivamente Venezuela tuvo una de las clases altas más detestables de toda América Latina. Efectivamente sus dos partidos políticos tanto AD como COPEI no eran un dechado de virtudes, y efectivamente resultaba incomprensible que uno de los países con más petróleo del mundo tuviera esos índices de pobreza conviviendo con esas desmesuras con las que se convivía. Era lógica la llegada de un personaje como el Presidente Chávez. Y fue palpable durante los últimos años que su permanencia en el poder más que por méritos propios era por la incapacidad de la oposición de plantear una alternativa seria y coherente, que convenciera a los venezolanos.
No puedo dejar de señalar que al llegar el Presidente Chávez al poder yo me sentí ilusionado, lo mismo que no puedo dejar de señalar que la desilusión no tardó mucho en aparecer. Pero siempre le reconocí la legalidad y el carisma con el que intentó gobernar ese país. Seguro que tuvo aciertos, seguro que tuvo fallos, pero nadie podrá decir que fue un presidente ilegal, inconstitucional o que no respetará la legislación vigente, claro que él mismo conseguía que hubiera cosas vigentes en poco tiempo, pero estaban vigentes. A mi modesto entender esa forma de aplicar el socialismo es mucho más contraproducente que eficaz cuando se trata de erradicar pobreza y de generar equidad, pero no es mi intención juzgar lo que se hizo.
Lo que sí creo que es realmente un error y un despropósito es lo que está haciendo en la actualidad el Presidente Maduro. Alguien decía: “nos preocupamos mucho por unos pocos muertos en Venezuela y poco por muchas más víctimas en Colombia”. No se trata de comparar. Un muerto ya merece toda una batería de respuestas y cartas a quien haga falta. No son mil, diez o un millón, es el irrespeto a la vida, a la libertad necesaria para salir a la calle con la tranquilidad con la que todos tenemos el derecho de salir a la calle. El irrespeto a la libertad de expresión. El irrespeto a las formas de protesta legítimas y legales. La cobardía de ampararse en exacerbar los odios de los unos contra los otros. La cobardía de armar a la población civil porque le tememos a la fidelidad de un ejército dividido, o si no por qué se arma a la gente de la calle. Es en definitiva la total inconformidad con la estructura defensiva que ha adoptado un gobierno que se sabe incapaz de hacer las cosas de otra forma.
Las cifras de la economía hablan por si solas; siempre las cifras hablan de lo que le va mal a los que tienen y muy pocas veces hablan de lo que les comienza a ir bien a los que no han tenido nunca. Pero en este caso las cifras hablan de que a nadie le va bien.
Absolutamente indiscutible que el dinero en Venezuela ha estado muy, pero que muy mal repartido, pero la pregunta es ¿ahora lo está mejor? Me parece que respuestas tan “atípicas” como las del director de Le Monde Diplomatique afirmando que no hay papel higiénico porque ahora hay más gente que lo compra y por eso se produce el desabastecimiento:
El papel higiénico escasea porque la gente lo consume mucho; antes la gente lo consumía menos. Entonces es un país que efectivamente es importador, pero ese es el resultado de que la gente consume mucho más.
hacen un muy flaco favor a la credibilidad de un régimen como el actual. Cualquier Estado que se precie debe saber crecer al ritmo que le piden sus ciudadanos, no al que ellos quieren marcar. Entonces ¿falta el papel periódico porque la gente los lee más? Señores para defender una política en la que la gente no encuentra comida en los supermercados y no encuentra agujas en los hospitales, y sólo encuentra muertos en las calles, (24.000 en un año) hay que argumentar con solidez, porque si no están justificando que la defensa de las derrotas disfrazadas de victorias se realice con armas y no con ideas.
No se me ocurre poner en duda la legitimidad del gobierno democrático del presidente Maduro, no se me ocurre poner en duda la debilidad de una oposición que no termina de encontrar las alianzas y los esquemas necesarios para ser una alternativa creíble de poder. Pero sí pongo en duda los “éxitos” de la revolución y sobre todo los métodos para demostrar esos logros. Sí pongo en duda la medida de armar a los ciudadanos para defender una revolución pretendidamente democrática, y digo pretendidamente, porque ¿en democracia se defienden las ideas con armas o con diálogos? Sí pongo en duda la mejora en la calidad de vida de TODOS los venezolanos. Sí pongo en duda que se haya logrado el sueño de toda la izquierda latinoamericana, construir un país más equitativo, justo y participativo. Sí pongo en duda que el machaque a los medios de comunicación sea una medida democrática; aunque muchos medios pertenezcan a “los otros” tienen todo el derecho a seguir existiendo.
Es cierto que la acumulación de capital, la inequidad y la horrible distribución de la riqueza ha sido y es el mal endémico del mundo, y especialmente de esta parte del mundo, pero a tiros no se arregla nada y la mejor forma de evitarlos es evitar las armas. Dialogar y construir entre todos.
Me consta que gran parte de la oposición venezolana está dispuesta a ello. Sólo falta saber si gran parte del gobierno también lo está.