Era este un mes en el que siempre tenía que presentar repescas en el colegio. Mi vida de estudiante de bachillerato me llevó a pasar veranos enteros encerrado entre libros de matemáticas, física o química, mis grandes enemigas estivales. Desde entonces septiembre ha quedado como el mes en que uno se replantea procesos de trabajo, modos de entrar en el nuevo curso y con el tiempo maneras de buscar la cartera de ingresos. Una forma volver a presentar exámenes, salvo que ahora las calificaciones son un poco más jodidas que en el colegio. Un suspenso tiene unas implicaciones bastante más nefastas que las escolares.
Pero no sólo es el inicio de un curso personal, porque lo personal viene marcado y con los años más por lo colectivo. Los políticos “atacan de nuevo”, a nadie se nos ocurre pensar “nos defienden de nuevo”, los ministerios sacan nuevas leyes que nos van a complicar el curso que comienza, hay cambios de carteras, (no escolares) cambios de estrategias. En septiembre las notas de aquellas asignaturas que habían quedado colgadas me decían si avanzaba o no. La recompensa final del esfuerzo era pasar de curso. Seguir con los compañeros y trabajar en otra aula, en otra habitación con pizarra, pupitres y tarima para el profe, es decir igual a la anterior, pero era otra, y eso siempre era un aliciente.
Ahora con esta “mierda” de ser mayor no pasa así. Los cambios son más internos, ¿Por qué nos cuestan tanto los cambios, pero al tiempo los deseamos de esa manera? Septiembre ha marcado cambios que luego lo han dejado todo ¿igual? Las torres gemelas, el asesinato de Allende, Ana Frank enviada a un campo de concentración, Eastman y su primer rollo de película, y en clave muy española nació Adolfo Suarez, sí que cambiaron cosas, muchas cosas tras estos acontecimientos. Muchas cosas.
Este septiembre vuelve estar repleto de cambios, que dan mucho susto. Jesús Martín Barbero en una excelente conferencia dada en la Universidad Minuto de Dios, en Bogotá y que uno encuentra en youtube,
http://www.youtube.com/watch?v=wTLjXeXkc0A#t=3522
nos advierte de algunos de los cambios más dramáticos. El valor (económico) coopta al sentido ( la creación de sentido) . El gran triunfo del capitalismo es ese. La gran derrota de la cultura está siendo esa. No generamos sentidos nuevos, no peleamos sino que muchas veces nos dejamos “comprar”. El mundo anterior, el que se está desmoronando nos ha dejado sin piso y creo que sin discurso.
Este septiembre se ha visto (se ha notado más ya se veía venir) la ausencia de política en el mundo como señala Martín Barbero, pero lo peor sigue siendo la ausencia de mensajes del mundo de la cultura. No hago otra cosa más que preguntarme ¿será que ese mundo era una invención, que no es real? ¿Será que debemos hacerlo de otra forma? ¿pero cómo, con quienes?
Son muchas las noticias que nos dan muestra de la crisis de nuestro sector. Dónde están las que dan idea de por dónde vamos. Qué inventamos, Qué proponemos.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/08/30/cultura/1377887912.html
http://www.cultura.gob.cl/reportemuseos/reporte_museos.pdf
Es más que evidente que los modos y las maneras tradicionales de hacer, difundir, comercializar y disfrutar de los productos culturales, están cambiando. Pero ¿dónde está el mensaje de los creadores? ¿de los pensadores? Todos constatamos lo que sucede, pero es hora de decir lo que debe suceder.
Acabo de tener el honor de prologar un libro que se llama “Auto-emprendedores, Manual para la autoedición” escrito de forma brillante por Gerardo Neugvosen, seguro que en breve tienen noticias de este trabajo, y pensaba, ¿es por ahí el cambio?
Puede que sea esta una de las vías que hemos de repensar, dejar de estar tan pendientes de los grandes procesos de distribución en los que lo latino siempre ha sido bastante “poco eficaz” y comenzar a potenciar los nuevos modos de interconexión, en los que cero que somos más propositivos, más creativos y más activos, aunque generemos menos capital. Pero es el momento de dejar de pensar en lo “único” y por desgracia esta unicidad no es sexual, es crematística.
Es hora de comenzar a pensar en generar sentidos nuevos, en activar valores a partir de aquello que construimos para contrarrestar la “indigna” caída de todo lo que significa elaborar una identidad basada en la diversidad, el respeto y la inclusión del otro, aunque sea un otro sin dinero. Un otro de verdad distinto.
Este capitalismo obtuso nos ha robado todo lo que somos, nos está robando todo lo que tenemos y nos estamos dejando robar todo lo que soñamos.
Las nuevas tecnologías deben servir para algo más que para escribir “blogs” y correos electrónicos. El desafío de la nueva gestión cultural creo debe ir por ahí, aunque todavía no tenga muy claro cuál es el resto del camino.