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6 junio 2012 3 06 /06 /junio /2012 15:50

Don Arturo Uslar Pietri en un maravilloso texto que escribió con motivo del 5º Centenario y que está publicado en ese libro ya desaparecido de todos los anaqueles que se llama "Iberoamérica una Comunidad", decía que gran parte del mestizaje se produjo por las “nanas” que cuidaban a los niños españoles o criollos cuando sus padres tenían que cambiar de lugar por diferentes motivos, que casi siempre tenían que ver con la búsqueda de nuevos “dorados” para engrandecer fortunas y regresar convertidos en indianos adinerados.

Los cuentos y las regañinas, los abrazos y los capones eran dados en quechua, aymara, guaraní o cualquiera otra de las lenguas que componían el paisaje sonoro de las tierras americanas. La leche que mamaban estas criaturas nacidas fuera de las tierras de sus padres, era leche india. Las sonrisas eran sonrisas distintas a las que hubieran visto en Extremadura o en Galicia. Eso,  afirmaba D. Arturo,  es un sustrato indeleble en el que toma asiento con corazón el deseo de independencia. Una independencia que luego se olvidó de aquellos que cuidaron a los próceres y a sus soldados; dejó en la estacada a las niñeras indígenas y a las criadas y a las amas de cría y a las clases bajas, pero esa es otra historia.

Manizales. 4 039

Lo que me llama la atención es que hoy día el cuento se ha dado la vuelta como sucede tantas y tantas veces en la historia. Hoy son nuestros viejos los que mueren en brazos de cuidadoras y cuidadores que piensan en sus tierras a la distancia. Emigrantes que han visto sus sueños encallar en las sillas de ruedas de personas mayores a las  que las familias no pueden hacer mucho caso. A menudo  ningún caso. Los veo pasar por el parque que está frente a mi casa. Siempre la misma escena, una persona mayor y un emigrante latinoamericano empujando su incierto futuro. Los domingos la escena crece y se añaden  figuras  nuevas, algún miembro de la familia que ha ido a ver al abuelo o la abuela. Un hijo con algún nieto, o una hija con marido impaciente por llegar a tomar el aperitivo con los amigos que solo podemos ver los domingos. El viejito tiene casi siempre “algo” que denota su encuentro con la demencia senil. Un “algo” que a los españoles nos mata la paciencia y que los latinos tienen el coraje y el valor de aguantar con una sonrisa.

Antes fueron los niños y ahora son los viejos. América nos ha cuidado, nos ha cuidado mucho, nos sigue cuidando mucho. ¿No es tiempo de reconocer que nuestros lazos deben ir un poco más allá del que sean capaces de generar nuestras empresas? ¿No es tiempo de entender que si nos dejamos caer en sus manos cuando más débiles somos, es porque algo tendran que nos genera seguridad?

Me da un poco de rabia cuando veo que todo lo que somos capaces de decirles cada vez que vamos para allá es que nos compren nuestro teléfono, o nuestro tren, o nuestras obras públicas, o nuestro vino o aceite. Que nos compren algo. Si la independencia fue fallida porque se olvido de las nanas y las amas de cría, las relaciones actuales no lo son menos, porque se olvidan de la gente que cuida nuestra historia, porque eso y no otra cosa son nuestros viejos. Las relaciones actuales se olvidan de que lo que importa es la gente. Las empresas, los teléfonos, las carreteras, están o debieran estar construidas pensando en la gente.

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Dejemos de poner alambres de púas en nuestros aeropuertos y luego disimular mandando a un Rey cojo (no sólo físicamente) rodeado de teléfonos, carreteras y aceites.  Dejemos de poner trabas a la gente que viene a vernos y luego disimular con un Botín vestido de rojo y en pantalones cortos (que vergüenza). Dejemos de mentir… Como medida para crecer juntos dejemos de mentir(nos). Es la única vía real para construir algo que merezca la pena.

Si de verdad queremos construir Iberoamérica como una realidad no sigamos por este camino de empresarios y reyes, de cohortes con fanfarrias, de imitadores de imperios desfasados y emperadores trasnochados. Si de verdad queremos construir Iberoamérica aprendamos a escuchar, a mirar y a sonreír con nuestros viejitos a todos los que nos han cuidado desde siempre. Desde que éramos niños, y han seguido haciéndolo ahora que somos viejos.  

 

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Comentarios

L
Hermosas, sencillas y sabias palabras amigo Fernando. Quines conocemos y nos enamoramos de y en América no podemos por menos que agradecerte este texto. Un abrazo fraternal.
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E
Interesante y necesaria reflexión, querido Fernando, que me lleva al atrevimiento de querer compartir contigo y con los innúmeros lectores de tu blog el precioso texto que Juan Villoro, bajo el<br /> título de "La casa al final del viaje" leyó en la ceremonia de entrega de la medalla de oro del Ayuntamiento de Barcelona a Casa Amèrica Catalunya el pasado día 26 de abril. Ahí va el enlace:<br /> http://www.americat.cat/ca/la-casa-al-final-del-viaje-per-juan-villoro
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D
Querido Fernando, peras le pides al olmo. Hermoso artículo.
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